Todo estaría a punto de empezar

Cualquier año, por estas fechas, todo estaría a punto de empezar. Nos lo dice la luz del día que alarga, el sol de cada mediodía. Tanto es así que me sorprendo por la calle esperando ver montar las churrerías, despertarme una mañana y ver operarios colocando las luces en cada barrio, sonreír al paso de los camiones con el trabajo de meses a punto de salir a la calle, nuestros monumentos, con actos falleros a punto de disfrutarse.

La vida de los falleros empezaría a vivir la metamorfosis que culmina en la semana fallera: bocatas en el casal, reencuentro con los amigos, la cita con las ansiadas «mascletàs» porque ya todos tenemos necesidad de pólvora, grupos decidiendo disfraces, los trajes se empezarían a planchar, los blusones, los polares, en casa estaríamos organizando toda la logística necesaria para esos días y en la falla todo estaría listo para que empezara el ruido, la música, la convivencia fallera, las risas, las emociones y aceptaríamos el fuego como nuestro especial final, el que da paso a la primavera y al volver a empezar con ilusiones renovadas.

Todos estaríamos pensando como de intenso sería todo este año, queriendo desquitarnos de las fallas 2020, acompañando a nuestras falleras mayores porque por fin se merecían su reinado, su momento, cada acto, cada minuto del día y de la noche y nadie querría perdérselo.

Pero no, la realidad de la pandemia nos aleja de este sueño, de estas ganas, porque no es un año cualquiera,  por segundo año consecutivo la situación que vivimos, la crisis sanitaria contra la que luchamos, hará que no podamos salir a la calle a festejar nuestra fiesta, a vivir ese sentimiento que tenemos tan arraigado con los nuestros, codo con codo, con la «germanor» que nos caracteriza. No saldrán los monumentos a la calle, no habrá luces ni nada que haga indicar que es nuestro mes, no habrá falleros, ni pólvora, ni llevaremos flores a la virgen y no habrá fuego.

Y lo sabemos hace meses y sabemos que es el momento de cuidarnos, de respetarnos como individuos y como sociedad. Pero llegan estos días y llega marzo, ese mes que nos emociona, e inevitablemente algo nos pincha por dentro, nos entristece y entonces, aunque nos cueste, aunque nos sintamos raros en casa, es el momento de seguir soñando, esperando y deseando el momento en que podamos retomar nuestras tradiciones con total seguridad para todos.

Volverá la pólvora, la música, los bailes regionales, nuestros monumentos, la ofrenda de flores, las comidas y cenas en el casal y en la carpa, las sobremesas con los amigos, los disfraces, los pasacalles, volveremos a quemar el trabajo y el esfuerzo que esta vez será de mucho más de un año, nos volveremos a ilusionar y recibiremos a la primavera más renovados que nunca. 

Las comisiones no han dejado de trabajar, los falleros no han dejado de apoyar y yo hoy quiero mandar un mensaje de cálida esperanza e ilusión en lo que seguro que volverá. No sé cuándo podrá ser nuestro momento, cuando podremos celebrar unas Fallas como todos las recordamos, pero lo que sí que sé es que cuando sea habremos superado todo esto y sólo tendremos que preocuparnos por vivir y por compartir con los nuestros.

En la vida de un fallero la celebración de las Fallas es mucho más que una fiesta. Nosotros cerramos un ciclo con cada «Cremà», con cada final y nos ilusionamos con cada comenzar, con ver construir mes a mes la que será nuestra siguiente falla, con exaltar a nuestros siguientes representantes, viendo por primera vez a los peques que empiezan a formar parte de nuestra familia fallera desfilando y dando los primeros pasos en nuestra tradición. 

Dos años sin vivir ese ciclo nos tiene un poco descolocados pero nos aferramos a las ganas y al deseo, principalmente, de que pronto superemos la amenaza de la pandemia y un beso y un abrazo no sea un peligro para nadie. Sin duda, #tornarem.

Tere Alandi Font
Fallera de nacimiento

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