El Sporting Gila y el fútbol base de hoy

En primer lugar quiero felicitar al C.D. Buñol por su clasificación en la Copa del Rey y por hacernos soñar en el partido contra el Elche C.F., de Primera División, aunque al final no pudo ser. Recuerdo aquellos años de mi infancia y juventud en los que para la Feria el Buñol siempre se enfrentaba a un «potente equipo», el martes y el jueves de las Fiestas. Ahora sí que de verdad se ha enfrentado a un «potente equipo», y ha dejado el pabellón muy alto a pesar de la diferencia de categorías. Estas ideas me vienen a la cabeza mientras me asomo a la ventana de mi casa del Barrio Gila, y en el Beltrán Báguena, ahora ya con césped artificial, veo corretear por el césped a muchos niños y niñas que están entrenando o jugando al fútbol, todos bien uniformados, con entrenadores, con masajistas, el público… 

Un árbitro hace el pitido inicial con el que comienza un partido, al tiempo que mi memoria vuelve cincuenta años atrás, a principios de la pasada década de los setenta. El verde del césped se torna en el color marrón de la tierra de las calles sin asfaltar en donde los críos jugábamos partidos muy largos, con muchos goles, porterías con piedras o piezas de ropa, y que se solían acabar cuando las madres iban llamando a sus hijos para la hora de la cena. Si alguien tenía un balón de reglamento, éste había estado quince días untado de grasa y envuelto en papel de periódico, antes de jugar con él para que el cuero y las costuras aguantaran más, para que esa preciada joya nos durara más tiempo.

 

Así nació la idea del Sporting Gila y Pepe «el de la imprenta».

Nuestros partidos siempre comenzaban igual: dos de nosotros hacían la prueba esa de los pasos del zapato («entra y cabe»), y el ganador empezaba a elegir un jugador, y luego el otro, así hasta que los más flojos eran los últimos en ser elegidos. Fue tras uno de los muchos partidos que jugábamos en la calle, aunque a veces saltábamos al campo de fútbol y jugábamos allí dentro, cuando surgió la idea de hacer un equipo con el que jugar contra otros chavales de nuestra edad, entre los nueve y los doce años. La ilusionante idea de hacer nuestro equipo del Barrio Gila incluía varias cosas que teníamos que resolver: ¿cómo se llamaría este equipo?, ¿cómo sería el equipaje?, y sobre todo, ¿cómo íbamos a comprar dichos equipajes y un balón de reglamento para el equipo? Poco a poco nos fuimos aclarando. A todos nos gustaba el nombre de Sporting Gila. En cuanto al equipaje elegido fue el del Inter de Milán, con la camiseta a rayas azules y negras, el pantalón negro y las medias azules. El equipo italiano era uno de los mejores de Europa por aquellos años, siendo ésta una de las razones de la elección de esos colores. Escudo no teníamos pero nos daba lo mismo. Todavía quedaba algo muy importante, que era ¿cómo íbamos a comprar todo aquello?, pero en eso que al vecino del Barrio Gila, José García, para nosotros «Pepe el de la imprenta» (Gráficas Garmas), le llegó nuestra idea de hacer un equipo de fútbol, hablamos con él y nos guio en todo el proceso, pero sobre todo aportó razonamiento a nuestras ansiosas y un tanto alocadas ganas de tener un equipo de fútbol. Nos juntamos un sábado por la tarde, frente a la puerta del Kiosco de Gila (el que montó mi padre), y Pepe nos aclaró la forma de conseguir el dinero para comprar los equipajes y un balón de reglamento para el equipo. Haríamos una rifa de aquellos números que habían de coincidir con los de «los iguales»; los venderíamos a cinco pesetas, y el premio sería una «Camarera Carmen», que era un elegante carrito con ruedas, que servía para llevar la comida y los respectivos utensilios. Había gente que cuando le ofrecíamos «un numérico», al saber lo que se rifaba, en broma nos preguntaban si era una camarera de verdad, que se llamaba Carmen. Pepe nos hizo los talonarios en la Imprenta Garmas, y una vez vendidos, más tarde se encargó de ir a Valencia con alguno de nosotros para comprar los equipajes y el balón. Empezaba a rodar el Sporting Gila, y cómo no, también era nuestro entrenador, aparte que por aquellos años también tenía el título de árbitro, si mal no recuerdo, de Primera Regional. Va por ti, Pepe.

 

Las primeras botas de fútbol y primeros partidos.

 Ya cada uno con su equipaje, con el número cosido por las madres en nuestras camisetas, solo faltaba un «detalle»: eran las botas de fútbol, y en aquella época no había ni Adidas, ni Nike, ni nada, simplemente íbamos a la zapatería y nos las comprábamos, teniendo en cuenta que el pie seguía creciendo. Mi madre me las compró en la zapatería de Cándido, y yo salí de allí «más contento que un niño con zapatos nuevos». Una cosa era jugar en la calle, destrozando el calzado que lleváramos y otra más seria era jugar en el campo de fútbol contra otro equipo. Citando equipos, en aquella época en Buñol estaba el O.J.E. (que era el equipo «oficial» de aquella organización juvenil, del Franquismo). El Buñol Infantil, que entrenaría Epi, todavía no existía, aunque sí que estaba el Juvenil, y las Peñas, aparte del C.D. Buñol. Así que la cosa era concertar partidos contra otros equipos de nuestra edad, y como en todos los barrios la mayoría de críos jugaban al fútbol, disputamos partidos contra «Los Diablos, el Barrio, el Castillo, el Ventas, el Sol (de la calle Sol), el San Rafael, los del Hogar», entre otros, y con muchas revanchas. Para estos partidos se pedía permiso para jugar un sábado por la mañana o por la tarde en el Beltrán Báguena. En otras ocasiones jugábamos el partido cuando había acabado el Buñol, casi haciéndose de noche. Como también necesitábamos un árbitro, solíamos buscar a alguien mayor que estuviera por allí y tuviera ganas de pitar. También se acordaban los cambios a hacer para que todos pudiéramos jugar, la alineación y la táctica. Además de pasarlo bien, se solían dar bastantes goleadas, a favor y en contra. Como en aquella época todavía no había muchos coches, hicimos un viaje en autobús a Yátova, a jugar un partido que perdimos, y otro viaje a Alborache, sólo que la noche anterior había llovido bastante y tal y como estaba el campo de barro se suspendió. De haber jugado no sé si nos hubieran dejado subir al autobús para volver a Buñol.

 

Manolo Fuster y la visita del Barcelona Atlético.

En el Buñol había un joven jugador que destacaba mucho. Era Manolo Fuster, al que el Barcelona le había echado el ojo y lo fichó. Todo el mundo estaba muy contento y orgulloso de que el Barcelona fichara a Fuster. Además, se decía que el Barça vendría a jugar a Buñol un partido en la Feria, aunque al final el que vino fue el Barcelona Atlético, de Tercera División (y menos mal, ya que le metió cinco a uno al Buñol). Con motivo de este partido, Pepe el de la Imprenta, nos comentó que unos años antes vino un equipo a jugar en la Feria, y todas las Peñas desfilaron por el Campo de Fútbol antes de comenzar el partido. Él pensó que se repetiría aquel acto y nos dijo que nos pusiéramos el equipaje del Sporting Gila y que saltáramos al terreno de juego a saludar. Lo único que no cuadraba era que faltaba poco para empezar el partido y por allí no aparecía ningún equipo más, ni infantil ni de las Peñas. Algún jugador del Sporting Gila no lo vio claro, salto la valla y se largó a su casa. Los que nos quedamos y saltamos al campo sí que salimos en las fotos que podéis ver, y a las que se sumó Delmundo Milá, con su equipaje blaugrana, que ya por entonces era un declarado «culé».

 

Evolución del sporting gila y el fútbol base hoy

Con la aparición del Buñol Infantil algunos jugadores del Sporting Gila acabaron jugando en él (y algunos pocos pasaron por el Juvenil y por el Buñol). También se incorporaban a nuestro equipo algunos amigos que, aunque no vivían en el Barrio Gila, sí que estaban casi siempre por allí. Aún así, la cosa decayó un poco, pero ya un poco más creciditos, y con Pepe Silleta de entrenador, con un nuevo equipaje verdiblanco, jugamos un campeonato de Peñas, en el que tras una tanda de penaltis nos llevamos la Copa. Ese fue uno de los últimos partidos del Sporting Gila. Poco tiempo después la gente se fue diseminando por las distintas Peñas, enfrentándote a jugadores que habíamos sido del Sporting Gila. El tiempo fue pasando y nuestro equipo, al igual que los otros, acabó en el desván de la memoria. 

El fuerte pitido final del árbitro hace que me despierte de todas estas vivencias y recuerdos devolviéndome a la realidad. En este mundo real y actual del «fútbol base» se incluyen reconocimientos médicos, fichas federadas, ligas con otros pueblos, varios entrenamientos semanales, duchas con agua caliente, campus de verano, iluminación artificial cuando hace falta, y algo muy sorprendente para mí, que son los derechos de formación, por si algún jugador/a llegara a despuntar y fichara por un equipo más grande, etc. Una cosa muy positiva es la creación de ligas femeninas, algo impensable en aquella pasada época. 

Hoy en día poco nos queda de aquel fútbol de aquellos años, la evolución (y no nos olvidemos de la parte del negocio) han llegado a lo que es hoy en día, pero aquellos recuerdos no nos los quita nadie. Hablar más profusamente sobre «el fútbol base», desde mi perspectiva y vivencias como padre de jugador de una «escuela de fútbol», daría para otro artículo. 

Venanci Ferrer Tarín
Ex-quiosquero del barrio Gila

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.